Campeones

El madridismo se disponía a celebrar una vez más un nuevo éxito, mucho tiempo había pasado desde que el último trofeo fue alzado al cielo de la castellana, la afición acudía fiel al templo madridista, el ritual deportivo, laico, era sin embargo algo casi religioso, si no en el fondo a la espera de registrar al Madridismo como religión oficial (y a sus sectas correspondientes, el raulismo y el piperismo), si en la forma con un sacerdote, mejor dicho un ser superior y una especie de copa que ofrecer a la masa, para que bebieran todos de él.

El público tomó asiento, mientras a modo de cánticos sagrados, la megafonía deleitaba los oidos de la masa blanca con el consabido himno madridista correspondiente (el del centenario, por supuesto).

El ser superior, encorbatado, salió al centro del campo entre los aplausos de los fieles, que mejor palabra que fieles para definir a una afición que con un 99% de sus votos había conseguido la resurrección de su pastor, tras su dolorosa salida fracasada su primera venida a la tierra blanca.

El ser superior comenzó su homilía correspondiente, esfuerzo, valores y todas aquellas palabras que salpicaban el discurso habitual y cuyo mantra era repetido por el ser, los fieles escuchaban absortos, o mejor dicho oían a la espera del momento donde consagrarían su madridismo, renovandolo por una temporada más.

El trofeo fue llevado desde el tunel al centro del campo entre los aplausos de los aficionados extasiados ante lo que estaban contemplando, gritos, convulsiones, paroxismo entre un mar de camisetas blancas (y azules para la rama baulista de la fé).

El ser cogió el trofeo con sus manos, alzandolo al sol y pronunció las palabras mágicas.

Aquí está, una vez más, un jugador nacido para jugar en el Real Madrid.

ALELUYA, ALABADO SEA.

El radiante sol impedía reconocer a los aficionados el preciado trofeo que su guía les ofrecía. ¿Agüero? ¿Neymar? Qué mas daba, el Madrid volvía a ser una vez más el rey del verano, un nuevo título a la presentación galáctica del año adornaría las vitrinas, el Madrid estaba salvado.